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Lecciones de una pandemia: Bajarse de la vorágine productiva y entrenar la mente de otra forma

Fecha: 27 abril, 2020

Lecciones de una pandemia: Bajarse de la vorágine productiva y entrenar la mente de otra forma

Comenta: Dr. Julio A. Vásquez, académico Departamento de Biología Marina, Facultad de Ciencias del Mar UCN.

La presencia del Covid-19 en todo el mundo, ha modificado drástica e indefinidamente la rutina de sus habitantes, obligándoles a mantenerse aislados.

Como contraparte, este enclaustramiento obligado ha generado dos “ganancias” enormes: el teletrabajo y la conciliación familiar. El cierre de colegios, la obligatoriedad de trabajar y retomar el cuidado de nuestros hijos está suponiendo un experimento colectivo en ciudades afectadas por el COVID-19. Es una oportunidad única para valorar el teletrabajo, no solo nosotros como usuarios directos, sino también nuestros empleadores y sin duda el Estado. Hoy, cuando la crianza de los hijos se delega en otras personas e instituciones, el coronavirus cierra escuelas y nos fuerza a volver a poner a papá y mamá junto a sus hijos. Nos obliga a volver a ser familia. Esta nueva forma de relación laboral terminará repercutiendo en la búsqueda del equilibrio perfecto entre productividad y conciliación familiar.

El virus COVID-19 también ha atacado una de las características intrínsecas del ser humano: la sociabilidad. El aislamiento forzado nos obliga a replantearnos la importancia de la interacción social. Un sitio español resalta que, cuando se buscaba la forma de escapar de grupos de “whatsapp”, ahora resulta que en el aislamiento estos no están tan mal. “Cuando las relaciones interpersonales, la comunicación, la socialización, se realizan en el espacio virtual de las redes sociales, dándonos la falsa ilusión de cercanía, este virus nos quita la verdadera cercanía, la real: que nadie se toque, se bese, se abrace, todo se debe de hacer a distancia, en la frialdad de la ausencia de contacto»

IMPULSO A LA CREATIVIDAD

El temor a la enfermedad nos ha hecho reflexionar también, sobre la importancia de evitar el contacto físico, y ha disparado la creatividad, inventando nuevas formas de relacionarnos que tal vez, alguna, se quede para siempre. Codazos en lugar de besazos, cenas virtuales, cánticos desde las ventanas, conciertos “on line”, visitas virtuales colectivas a museos, hasta juegos grupales y juntas mensuales como el tradicional club de cacho o el dominó entre amigos, se realizan en forma remota. Son solo algunas de las iniciativas que han surgido para aplacar la sensación de soledad provocada por el aislamiento.

También la creatividad de la subsistencia: fabricas caseras de mascarillas, alcohol gel, entregas a domicilio de verduras, almacenes, comida saludable, de un cuanto hay.

OTRA MANERA DE VIVIR

No se puede ir tan deprisa. Especialistas vienen advirtiéndonos del estrés, la ansiedad que nos produce un estado de constante movimiento y consumo. Vivimos en una sociedad basada en la productividad y en la acumulación de bienes, en la que corremos 14 horas, por lo que tampoco podemos disfrutar esos bienes. Y de pronto se nos impone un ALTO forzado, sin movernos, sin producir mucho, en casa, día tras día.

La lección que nos deja el coronavirus, al obligarnos a frenar y quedarnos en casa con tiempo para pensar, es el beneficio de bajarse de esa vorágine productiva y entrenar la mente de otra forma. Necesitamos encontrar otra manera de vivir para disfrutar lo que tenemos alrededor.

El ser humano saca lo mejor de sí mismo en situaciones límite como la que estamos viviendo. La última Teletón, en medio de esta pandemia, es un buen ejemplo de aquello. La amenaza global del coronavirus ha puesto a prueba la capacidad de solidaridad y empatía de los ciudadanos. Cuidémonos y denostemos a los acaparadores de alimentos, especuladores, a los que viajan a sus segundas residencias y exponen a pequeñas comunidades al contagio y al desabastecimiento, a quienes sabiéndose infectados no respetan el confinamiento propiciando la propagación del virus.

AYUDARSE MUTUAMENTE

Se aplauden iniciativas como la ayuda de China a Italia y España, las donaciones de empresarios millonarios, las campañas en redes llamando a “quedarse en casa” o las movilizaciones de jóvenes para alimentar o traer medicina a sus vecinos sin capacidad de movimiento y personas mayores, o el establecimiento de horarios preferenciales para adultos. El valor de la solidaridad en momentos de crisis es otra lección del coronavirus, señala Francesa Morelli:  “Cuando pensar en uno mismo se ha vuelto la norma, este virus nos manda un mensaje: la única manera de salir de esta es ayudarse mutuamente, pertenecer a un colectivo, de ser parte de algo mayor sobre lo que ser responsables y que ello a su vez se responsabilice de nosotros” Sin embargo, el mensaje es paradójico “Alejémonos ahora para abrazarnos mañana” …así la solidaridad empieza por el autocuidado y la capacidad de proteger a otros con la distancia social, el mejor antídoto, para proteger solidariamente al prójimo.

LECCIONES Y DESAFÍOS

Una vez que pase esta pandemia, el mundo no será el mismo. ¿Resurgirá la industria nacional o seguiremos dependiendo de los productos que nos traen desde fuera? Esta creatividad desbordada, ¿será finalmente el inicio de innovación y desarrollo a nivel nacional?
¿Habremos aprendido que necesitamos inversión en investigación y en transferencia tecnológica, en transformación de la ciencia básica en productos y servicios?, o, por el contrario, ¿seguiremos dependiendo de quién produce vacunas o fármacos o mascarillas con cobre o respiradores artificiales?

Al retorno podríamos resurgir fortalecidos, más sabios, más cuidadoso, más solidarios. Sin embargo, la historia nos indica que tenemos una memoria colectiva frágil y de corto plazo. El aire limpio de las grandes ciudades, la menor contaminación en ríos y mares, el mayor tiempo compartido en familia podrían no ser suficiente. La humanidad querrá recuperar la economía, los mercados se abrirán demandando materias primas y la necesidad de empleo derribará barreras ambientales

Las medidas extraordinarias adoptadas para combatir el COVID-19 representan un tratamiento de choque para muchos males de nuestra sociedad. El coronavirus nos impactará en muchos aspectos, cambiando algunas conductas tal como ha ocurrido en otras crisis y pandemias en el pasado. No es el fin del mundo, pero solo vivir un confinamiento largo e impredecible en su término, nos invita a mucha reflexión.

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