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La pluma de Carlos Hallet S.J

Fecha: 6 mayo, 2011

La pluma de Carlos Hallet S.J

Rubén Gómez Quezada
Académico UCN

 

 He tenido la suerte de leer muchos textos del padre Carlos Hallet S.J. Uno de los que más me conmovió fue una reseña sobre la vida de San Benito José Labre, el particular santo francés que vivió en la más absoluta inopia, errante, vagabundo y lleno de piojos. Allí arranca quizás una de las mayores virtudes de Carlos. Su afán extraordinario y su lucidez para descubrir en la simpleza de las cosas y en los gestos de los más humildes, verdaderos océanos de humanidad.
 El padre Carlos fue un escritor incansable, infatigable. Con un estilo preciso, conciso, pero no exento de belleza y sabiduría,  supo sumergirse desde San Benito al inspector Maigret y desde las obras de Georges Simenon,  voló hacia Buda, Mahoma, a San Agustín, a la educación jesuítica, a la voz y el legado de Maurice Chevalier y cientos de personajes en busca de las claves para construir un mundo mejor. Nada de lo humano y lo divino le fue ajeno en sus varios años de charlista en Telenorte entre 1991 y 1994 y en sus columnas en El Mercurio de Antofagasta. Su mensaje siempre estuvo destinado a edificar a la persona, con ejemplos recogidos de la historia, la eclesial y la mundana, de la política, la economía, del sentido del dolor, de la amistad, de la ética, del deber profesional.  Belga de nacimiento, chileno por adopción y antofagastino por amor a los hombres y mujeres de esta tierra, Hallet fue un faro de humanidad a raudales. Nos dejó justo el Día de San José Obrero. Su pluma trabajadora descansó en el Día de Trabajo. Partió seguramente sobrevolando su desierto antofagastino el que pintó en sus acuarelas magistrales, escudriñando a lo lejos Las Ardenas belgas y la ciudad ardiente de Lieja, y desde allí seguramente viajó al encuentro del Padre. El amigo Carlos nos dejó justo en un mes simbólico en que nuestra universidad se encuentra de aniversario. Profesor Emérito de la UCN, fue un guía de verdad de sus alumnos y jóvenes cristianos.  En la Escuela de Periodismo nos dejó 14 años de escritos con textos en la revista Tercer Milenio, pero por sobre todo nos dejó el tino, la prudencia, la delicadeza, la entrega pastoral y un sentido de amistad imperecedero. Au revoir.

 

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