Dra. Francis Espinoza F.
Académica UCN
La literatura fílmica es bastante rica en usar el concepto de ‘universos paralelos’. Esta definición visualiza la existencia de mundos alternativos que conviven en otros planos de la realidad. Muchas veces son iguales al nuestro con pequeños matices, o versiones totalmente contrarias con normativas únicas. Un buen ejemplo al respecto es el “Mago de OZ”, que hace la diferenciación entre una realidad en blanco y negro, y el mundo de fantasía (¿sueño o ilusión?) de la protagonista Dorothy Gale en tecnicolor. Seguramente, hay mejores películas que describen esto, sobre todo en el género de ficción, pero este filme me recuerda la ‘infantilización’ de la ciudadanía por parte del Estado.
En nuestro país hace rato vivimos un ‘paralelismo político’, un Chile perfecto que se desmoronó por un estallido social, el que atacó a un ‘prestigioso’ modelo económico neoliberal y a una democracia representativa ‘exitosa’ que ha venido ‘gobernando’ por más de 30 años. Sin embargo, la crisis de la pandemia ha acrecentado aún más estos universos paralelos; si ya se destacaba la brecha entre la elite política y la ciudadanía, ahora se han agregado otros grupos de presión como el Colegio Médico o la comunidad de científicos/as que habitan paralelamente con las decisiones sanitarias del Minsal.
Vivimos mundos paralelos en la entrega de cifras sobre contagios y muertes a la OMS y lo que se expone a través de los medios, o entre las necesidades de sobrevivencia de la gente y las respuestas de apoyo económico de la billetera nacional. Experimentamos realidades alternativas cuando una autoridad comunal es acusada de delitos de fraude al fisco y negociación incompatible (El Mercurio de Antofagasta, 13/06/2020) por el ministerio público y todavía permanece en el poder, y más encima se genera una pugna interpretativa entre el Consejo de Defensa del Estado y la subrogancia de la Defensoría Regional (Timeline, 23/06/2020) como si fuera una discusión por un ‘quítame estas pajas’, y la guinda de la torta fue la inhabilitación del Tribunal Electoral Regional (El Mercurio de Antofagasta, 26/06/2020). Este caso me da la sensación de estar experimentando, inclusive, una tercera dimensión donde los poderes osan seguir ‘prestando ropa’ a una autoridad desacreditada, y no se vislumbra la posibilidad alguna del ejercicio de un ´poder ético’ en nuestra valiosa ciudad.
Otro paralelismo a nivel nacional que me preocupa es el cierre de las cancillerías de Siria, Argelia, Rumania, Dinamarca y Grecia sobre la base de un ahorro fiscal de entre tres a cuatro mil millones de pesos (EMOL, 07/06/2020), cuando en realidad lo que requiere nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores es una urgente modernización, aplicando lo que Carlos Peña llama ‘confianza objetiva’, es decir, el desarrollo de una verdadera carrera funcionaria en las embajadas y consulados, y no el pago de favores políticos de un gobierno de turno. Podríamos pensar que el multilateralismo y la actoridad internacional están en crisis a raíz de las decisiones del Presidente de Estados Unidos de quitar apoyo económico a la OMS en tiempos de pandemia, o las grietas que ha abierto el mismo Donald Trump en la OTAN (El Mundo, 18/06/2020) respecto del apoyo militar a sus abruptas decisiones geopolíticas. Sin embargo, en países pequeños como el nuestro, el multilateralismo no es una opción, ni un universo paralelo, es una realidad necesaria y concreta. La diplomacia comercial ya nos viene dando la receta al respecto, convertir a las embajadas que ‘sobran’ en oficinas de negocio y a los/as embajadores/as en consejeros/as o agregados/as comerciales (Enrique Fanjul. ARI 11/2013 – 9/4/2013), pensando que la naciones-estado como la Unión Europea o China están pensando en frenar las relaciones comerciales para abocarse a los mercados internos, por lo cual se necesitan más embajadas que vayan a buscar nuevos socios estratégicos.
Desde mi humilde ‘sacerdocio académico’ vislumbro que el COVID–19 nos muestra universos paralelos para que los transformemos en una buena gobernanza política tanto local, nacional como internacional, usando un lenguaje ecuménico (para todo el mundo), y estructurándola en una sola realidad: el vencer con éxito el coronavirus y el período post-pandémico.
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