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El anónimo ingeniero que logró prolongar la vida pampina

Fecha: 11 julio, 2022

El anónimo ingeniero que logró prolongar la vida pampina

Edgar Stanley fue un químico norteamericano que llegó para innovar en la agónica industria del salitre, siendo sus legados la modernización de oficinas como María Elena y Pedro de Valdivia. Geólogo UCN rescató su historia.

Nombres como el de James Humberstone o Elias Cappelen Smith seguramente resultan conocidos para quienes se han interesado en la historia de la industria salitrera en Chile. El primero fue un inglés que introdujo un sistema de extracción conocido como “Shanks”, y el segundo un ingeniero noruego que superó al “Shanks” con su técnica “Guggenheim”, que aprovechaba mejor los remanentes del caliche.

Pero incluso sus vidas dejaron legados evidentes para quienes ignoran lo meramente técnico. Humberstone es una de las dos oficinas salitreras que figuran como patrimonio mundial por la Unesco (junto con Santa Laura, ambas en Tarapacá) en este caso en honor al inglés. Pero el noruego no se queda atrás, ya que la única oficina salitrera que aún opera en Chile lleva el nombre de su esposa, Mary Ellen Condon (castellanizado a María Elena).

Pero hay un tercero que logró implementar tecnologías innovadoras para esquivar el desplome de las salitreras durante la crisis de los años 30’s y que no tiene mayor reconocimiento, salvo un libro biográfico publicado recién en octubre pasado. Se trata del ingeniero químico Edgar Stanley Freed, cuyo anónimo aporte fue la semilla de lo que hoy es María Elena y la incipiente industria del cobre.

SISTEMA GUGGENHEIM

Un breve pero necesario contexto: este sistema significó la penetración de los norteamericanos en la industria del salitre en Chile, cuyo monopolio desde el término de la Guerra del Pacífico (1883) hasta el fin de la I Guerra Mundial (1918) fue de los ingleses.

Los norteamericanos entraron a través de la familia Guggenheim, quienes se caracterizaron por invertir grandes sumas para modernizar los procesos extractivos del mineral, por lo que reclutaron a la “creme de la creme” de los ingenieros, químicos y mecánicos a su alcance. Entre ellos, el joven Edgar Stanley Freed, destacado ingeniero químico de la Universidad de Tennessee y del Massachusetts Institute of Technology (MIT), hijo de granjeros y que gustaba de vivir aislado de las metrópolis.

Su biografía fue recientemente publicada en el libro “Edgar Stanley Freed, los Guggenheim y la Industria del Salitre”, obra del investigador y geólogo de la Universidad Católica del Norte (UCN), Patricio Espejo Leupin.

“Freed es protagonista de dos procesos de evolución tecnológica de la industria en el siglo XX: el ‘sistema Guggenheim’ (donde forma parte del equipo de diseño y pruebas) y luego del ‘Sistema de Evaporación Solar’, donde él lidera la investigación. Ambos implicaron no solo cambios técnicos y económicos que permitieron que la industria salitrera fuera sobreviviendo a lo largo del tiempo, sino que trajeron modificaciones culturales, laborales y sociales que moldearon la identidad de los pampinos, hasta hoy. El uso de la evaporación solar fue aplicado exitosamente por Freed al salitre, en un sistema que fue viable tanto química como económicamente, siendo la base de los métodos que la industria del nitrato y yodo utilizan hasta la actualidad”, explica Patricio Espejo.

MARÍA ELENA Y PEDRO DE VALDIVIA

Stanley Freed trabajó casi contra reloj para innovar con nuevas técnicas de mejor aprovechamiento del caliche, ya que mientras experimentaba en su laboratorio, la industria a su alrededor se desplomaba con un puñado de oficinas salitreras “Shanks” cerrando cada año. Una de sus trincheras fue la oficina Coya Norte (bastión de los Guggenheim), en donde trabajó a la par con el ingeniero estrella de esa firma, el noruego-norteamericano Elias Cappelen Smith, quien también se trasladó a vivir con su esposa Mary Ellen a la localidad. Años después, Coya Norte sería rebautizada con el nombre castellanizado de Mary, María Elena.

Una de las innovaciones fue el procedimiento de evaporación solar del nitrato, donde para decantar el material era necesario excavar enormes piscinas con muros de tierra, impermeables con una mezcla de autosellante conocida como “cemento Freed” (bautizada así en honor a Edgar), lo cual brindó fundadas esperanzas a las salitreras del sistema Guggenheim.

Al respecto, Patricio Espejo explica que el legado de Freed es múltiple. “Por un lado, la aplicación técnica de sus trabajos, que permitieron que no solo la industria sobreviviera, sino que las comunidades pampinas también lo hicieran: es uno de los personajes que prolongaron la vida del ‘mundo’ salitrero. María Elena y Pedro de Valdivia existieron gracias a estas nuevas etapas de la industria donde Freed fue actor principal (lo que también se aplica a Coya Sur, Vergara y otros lugares). Se convirtió en un referente de la investigación química y de cómo debían llevarse a cabo los procesos en el negocio minero. Es un ejemplo de dedicación científica, de disciplina en el estudio e inventiva, y todo esto lo hace fascinado por nuestra pampa salitrera”.

ARRAIGO

Edgar no volvió a su país, sino que se quedó en el norte de Chile. A diferencia de muchos ingenieros, mecánicos y administradores extranjeros, abrazó a la pampa como suya, y se transformó en un querido vecino de la comunidad.

Edgar murió en noviembre de 1950 a los 61 años en María Elena, sin embargo, sus restos fueron trasladados para ser inhumados en el cementerio de Antofagasta.

Pocos años después de su deceso, específicamente en 1956, un descollante joven político llamado Eduardo Frei Montalva (quien en 1964 alcanzó la presidencia de Chile) escribió sobre Edgar que “con justicia, una conocida revista técnica, refiriéndose al ‘cemento Freed’, decía que es ‘una proeza que el país no ha valorado ni agradecido suficientemente’”.

Sobre este sentido de pertenencia, Patricio Espejo concluye que Freed comparte con otras figuras de la historia del salitre el haber participado o liderado grandes innovaciones del punto de vista técnico, que cambiaron la pampa para siempre, pero a ello suma otra característica: era en esencia un científico, y como tal dio a su trabajo la rigurosidad de la investigación, primero estudiando el caliche, y luego los métodos que hicieran posible aprovechar la riqueza que contiene. “De alguna manera, también le sucede lo mismo que a Humberstone: se ‘empampa’, hace familia aquí y decide dedicar el resto de su vida al estudio del desierto, y sus creaciones terminan siendo la norma en la industria. A todo eso se agregan sus rasgos personales, que lo hicieron querido y respetado en la pampa”.

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