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Primera Carta Pastoral de Monseñor Ducasse, Arzobispo de Antofagasta

Fecha: 16 noviembre, 2017

Primera Carta Pastoral de Monseñor Ducasse, Arzobispo de Antofagasta

3.000 ejemplares de la Carta Pastoral, fueron distribuidas entre las autoridades, parroquias, capillas, colegios, universidad, y también a todo ciudadano que quiso solicitarla.

Con motivo de las próximas elecciones a nivel nacional de Presidente y nivel local de Core y Diputados, Monseñor Ignacio Ducasse Medina, nos presenta su primera Carta Pastoral: “Cómo eliges el país que quieres. Criterios para un discernimiento cristiano”, la cual se encuentra dividida en tres capítulos, es así como al inicio nos señala:
“He querido escribirles esta, mi primera Carta Pastoral, con el propósito de redescubrir la responsabilidad moral que a cada uno le cabe en el acto eleccionario al que estamos convocados, e iluminar la conciencia individual para lograr un verdadero discernimiento cristiano, a favor de una sociedad más justa y solidaria, con atención especial a los más postergados”.

Continuando en el Capítulo I: “Tu conciencia de votante (o candidato)”, subtítulo el triángulo de la justicia, expone que: “El primer valor moral implicado en este proceso político es la virtud de la justicia. Ella exige cultivar la firme y constante voluntad de dar a cada uno lo que es suyo. El ciudadano tiene obligaciones de justicia con respecto a otros ciudadanos: cumplir lo pactado libremente, acatar las disposiciones legales que regulan el ámbito privado. La sociedad, representada por el Estado, tiene obligaciones de justicia con respecto a cada ciudadano: garantizar el respeto y ejercicio de sus derechos fundamentales, y ordenar la vida social en vista al bien común. El triángulo de la justicia se completa con las obligaciones de cada ciudadano con respecto a la sociedad: honrar, servir y defender a su patria, obedecer en conciencia las leyes justas, contribuir al desarrollo nacional mediante el trabajo productivo y el pago de impuestos, estar disponible para asumir cargos de servicio público, cuidar los bienes que pertenecen a todos y a las futuras generaciones, orar por las autoridades y colaborar lealmente en la promoción del bien común, local, regional y nacional”.

Luego en el subtítulo: Con libertad y responsabilidad, indica que: “La libertad de conciencia es el segundo de los valores éticos implicados en la responsabilidad política. El sufragio secreto y exento de cohecho o coacción exterior, no garantiza todavía el recto ejercicio de la libertad. La decisión de votar y por quién votar ha de inspirarse y fundamentarse en criterios objetivos, debidamente ponderados por la razón. Tanto el gobernante como el ciudadano están sometidos a la prudencia política, que exige prever y precaver las consecuencias que sus decisiones tendrán en el devenir social. ‘¿Qué le pasará, a mí y a mi país si yo me abstengo de votar, o si voto de tal o cual manera, por tal o cual candidato o programa?’”.

Posteriormente en el subtítulo: Las consecuencias de tu voto, señala que: “Se delinea aquí un tercer valor moral afectado por el recto ejercicio de la libertad política. Puesto que el voto que depositamos en las urnas prolonga su vida en las decisiones que se tomarán, según sea el resultado de la votación: junto con una persona elegimos un programa, junto con el programa elegimos a quienes legislarán y ejecutarán los cursos de acción, y los modelos y cambios institucionales esbozados en él. Por ello solemos decir que al elegir a nuestros representantes, de algún modo estamos presentes en quienes dirigen la marcha del país. Su gestión depende en su origen de nuestro voto, y su desarrollo reflejará el grado de control y de cogobierno que seremos capaces de imprimir a nuestra participación ciudadana”.

De igual modo dice que: “El ciudadano nunca deja de ser protagonista, pero para serlo, tiene que ejercerlo. El voto es lo primero, y por una sola vez en el período. La interacción, la retroalimentación, la voluntad y capacidad de transmitir al gobernante los sentimientos, anhelos y exigencias de los cogobernantes, son la continuación permanente y necesaria del voto dado una sola vez”.

Seguidamente En el Capítulo II: “Coherencia moral”, subtítulo: del elector, manifiesta que: “La doctrina moral enseña que uno coopera al pecado ajeno no solo cuando participa materialmente en su ejecución, sino también cuando la ordena, la aconseja, la aprueba con su voto, la alaba, la encubre, o cuando pudiendo y debiendo advertir, impedir o denunciar, omite hacerlo. Queda así planteada la responsabilidad moral de complicidad para quien a sabiendas da su voto, por ejemplo, a programas reconocidamente orientados a permitir legalmente la eliminación de vidas inocentes, como es el caso del aborto y la eutanasia, sea en sus formas más directas o por vías encubiertas con eufemismos, como el aborto terapéutico o la píldora del día después”.

Asimismo añade que: “La perpetuación del círculo vicioso de la pobreza, el escándalo de la brecha de inequidad que condena a tantos a la frustración, la parálisis de los mecanismos que deberían asegurar una sociedad de comunión y participación, los obstáculos que se multiplican para retardar la ansiada paz social, basada en la justicia y en el perdón, son otros tantos capítulos de moral social en los que cada voto ciudadano califica como cooperación virtuosa o reprochable.

Cada uno de los anteriores aspectos es razón suficiente para no excusarse de participar en el acto eleccionario como el que celebraremos y exigirse una participación racionalmente informada en conciencia. Para un bautizado en comunión con la Iglesia Católica, el Magisterio Pontificio y Episcopal asume un carácter vinculante a la hora de formar un juicio en recta conciencia. La libertad de conciencia no es nunca ‘enfrente de la verdad’, sino ‘dentro de la verdad’, en subordinación jerárquica y al servicio de ella, como explícitamente nos enseñó en su momento San Juan Pablo II”.

Además en el subtítulo: Del candidato, indica que: “La justicia y la fidelidad, íntimamente ligadas con la veracidad, son virtudes morales consustanciales al quehacer político. Quien gana para sí la confianza del electorado prometiendo lo que sabe no podrá cumplir no solo comete un grueso error político, sino erosiona la credibilidad y prestigio de esta noble actividad, sembrando gérmenes de frustración, desencanto y violencia. La responsabilidad de los candidatos ha de quedar documentada en instrumentos que sean en cualquier momento comprobables; a la vez que los propios candidatos deben dar cuenta de su actuación y someterse a la evaluación crítica de quienes hicieron fe en sus programas y capacidades. Junto a esta claridad y exigibilidad programática, el ciudadano elector atribuirá gran valor al respeto y amistad cívica que el candidato logre exhibir y promover en el debate previo a la elección… Es preciso recordar que la primera tarea de una autoridad de la República es servir como signo y garante de unidad ciudadana”.

En el Capítulo III: “Tu voto y el futuro que anhelas”, subtítulo respetando la historia… menciona que:
“El acto eleccionario al que estamos convocados fijará el escenario y los actores políticos con los que Chile enfrentará los próximos cuatro años. El nacimiento de la Patria, su libertad, identidad y cohesión están marcados decisivamente por su matriz cristiana. El respeto a la diversidad de creencias no debe llevarnos a olvidar esta raíz constitutiva de nuestro ser nacional. Los pueblos solo pueden prosperar en la medida en que se mantienen fieles a los valores que les dieron origen. Interactuar en un mundo globalizado no significa acoplarse mecánicamente con modos o modas culturales que hoy parecen dominar los grandes centros de poder, sino, por el contrario, aportar orgánicamente al resto del mundo los valores autóctonos y los modelos culturales que explican lo que somos y cómo llegamos a serlo”.

También añade que: “Cada nación tiene su alma y Chile conoce bien la suya. La fe en Dios, único Señor y Salvador de la historia, que se ha revelado en Jesucristo y permanece vivo en su Iglesia, es el núcleo fundamental y articulador de nuestra cultura…”
En el subtítulo…construyendo el futuro, menciona que:
“El escenario político que se configure tras la elección gravitará con fuerza en el rumbo que nuestra nación adoptará, de involución cultural o de fidelidad creativa”.

Al finalizar la Carta Pastoral, Monseñor Ignacio Ducasse, expresa: “Queridos hermanos y hermanas, he expuesto aquí, en esta mi primera Carta Pastoral para esta Arquidiócesis, algunos de los múltiples contenidos morales que un proceso político-electoral como el que celebraremos, comporta. Un ciudadano responsable los asumirá con reflexión e informada sabiduría. Para un discípulo de Cristo –no olvidando que ningún proyecto o programa político será una auténtica e integral traducción del Evangelio al plano cívico social– su conciencia cristiana, tras un debido discernimiento evangélico, le urgirá a participar en todas las fases del proceso en obediencia al mandato de Cristo: ‘dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios’ (Mt. 22,21), conciente de que Él ‘no vino a ser servido sino a servir’” (Mc. 10,45)”.

“En las manos de la Virgen María, Nuestra Señora del Carmen, Patrona de nuestra patria, ponemos este proceso electoral, pidiéndole que interceda ante su Hijo Jesucristo para que este tiempo previo a las elecciones, sea un tiempo de reflexión sobre el Chile que queremos, que el acto electoral sea un momento de civilidad y que los elegidos sean verdaderos servidores públicos, de manera que con la sabiduría de las autoridades elegidas y la honestidad de todos los ciudadanos se robustezca la concordia y la justicia, y podamos todos juntos vivir en la paz y en el progreso constante, acercando a Chile a ser, más allá de lo poético, una ‘copia feliz del Edén’”.

Cabe destacar que esta Carta Pastoral, puede ser retirada en el Arzobispado de Antofagasta, Parroquias, Comunidades, Colegios, en la Universidad y Pastoral Universitaria.

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