Columna de opinión del Dr. Rodrigo Alda Varas, presidente de la Agrupación de Universidades Regionales (AUR) y rector de la Universidad Católica del Norte, publicada en biobiochile.cl, donde plantea que ante el abanico de contribuciones que hacen las universidades regionales al desarrollo del país, es esperable que en la actual discusión presupuestaria para 2024 se consideren los fondos que realmente necesita la Educación Superior.
Cada día, cerca de 250 mil estudiantes acuden a alguna de las 22 universidades regionales del CRUCH, distribuidas desde Arica y Parinacota hasta Magallanes, dando cuenta de la diversidad de nuestro país.
Provienen de familias urbanas y rurales, de distintos estratos socioeconómicos. Portan expectativas de desarrollo como profesionales y personas, pero también los acompañan las huellas de los lugares y comunidades de origen, reflejo de la diversidad étnica, sexual y cultural que caracteriza nuestras regiones.
Junto a ellos, hay más de 20 mil académicos(as) y funcionarios(as) que enriquecen y complementan la diversidad de las comunidades universitarias. En esto último, al igual que en el caso de los estudiantes, estas instituciones hacen grandes esfuerzos por incorporar a personas con alguna condición de discapacidad o neurodiversos.
La riqueza de la composición interna de las instituciones regionales es reflejo de las realidades y características de las comunidades de su entorno. Ello, que caracteriza y fortalece a las universidades regionales del CRUCH, se ve reforzado por múltiples realidades e iniciativas que evidencian la estrecha vinculación que mantienen con instituciones públicas, privadas y grupos sociales locales.
En efecto, a través de décadas, nuestras casas de estudios han formado a profesionales que ocupan cargos directivos, profesionales y técnicos en la administración pública regional -Intendencias y Delegaciones Presidenciales, Seremis y Servicios Públicos, GORE y Municipalidades, liderando también en empresas, medios de comunicación y otras entidades regionales. Destacadas mujeres y hombres que han sido protagonistas del desarrollo de sus comunidades y territorios reconociendo con orgullo a su “alma mater”.
Son innumerables las iniciativas que impulsan o participan las universidades regionales. Fueron ellas las principales instancias de apoyo a los servicios de Salud para enfrentar la pandemia COVID-19. Colaboraron antes y lo hacen ahora, aportando información y promoviendo la participación ciudadana en temas relevantes regionales o nacionales, como ha ocurrido con los procesos constituyentes, las políticas de ciencia y tecnología, de descentralización y desarrollo económico, entre otras. Han aportado en la formulación y ejecución de estrategias (ERD) y políticas regionales y locales de desarrollo. Han asesorado a las autoridades enfrentado catástrofes naturales o fenómenos como la inmigración, de gran impacto en algunos territorios.
Finalmente, algo que no siempre se reconoce: las universidades regionales son, en muchos casos, los principales polos de desarrollo del arte y la cultura en los territorios. En efecto, muchas cuentan con grupos de teatro y baile, orquestas sinfónicas o juveniles, disponen de museos, centros culturales donde se exhiben obras de arte, y también han impulsado editoriales que han permitido que intelectuales, científicos y representantes del arte, cultura y sabidurías locales sean apreciados por la comunidad o incluso internacionalmente.
Abanico de virtudes y contribuciones que esperamos como universidades regionales sean valoradas por autoridades y parlamentarios(as) cuando ya ingresó a trámite el proyecto de Ley de Presupuesto de la Nación para 2024. Discusión presupuestaria en la que esperamos se ponga especial énfasis en la Educación Superior y los fondos reales que ella necesita para seguir contribuyendo e impulsando el desarrollo país con prisma regional.
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