Mons. Ignacio Ducasse Medina
Arzobispo de Antofagasta y Gran Canciller UCN
Querida Comunidad UCN:
Después de un largo y no poco esforzado trabajo de todos, la Comisión Nacional de Acreditación ha entregado su evaluación muy positiva para nuestra Universidad.
Quisiera saludar y agradecer a todos por este minucioso trabajo, especialmente al equipo que lideró este servicio en beneficio de toda la Comunidad Universitaria.
La acreditación, lo sabemos, es hoy en día muy importante para mantenerse en el ámbito propio. Pero más importante aún es no perder ni tampoco desdibujar la identidad católica de nuestra Casa de Estudios.
Si bien -como dice el documento Ex corde Ecclesiae– “La misión fundamental de la Universidad es la constante búsqueda de la verdad mediante la investigación, la conservación y la comunicación del saber para el bien de la sociedad”, es también y, sobre todo, el compromiso de la universidad con la sociedad y en particular con los más pobres y vulnerados.
A este desafío, de un compromiso de la universidad con la sociedad, se une el compromiso de ser un espacio que vivencia en su interior la sociedad nueva que promulga, siendo un verdadero laboratorio social.
“Podríamos decir que la Universidad se vuelve un laboratorio para el futuro del país, ya que logra incorporar en su seno la vida y el caminar del pueblo superando toda lógica antagónica y elitista del saber” (Papa Francisco, 17.01.2018).
Las universidades, por su naturaleza, están llamadas a ser laboratorios de diálogo y de encuentro al servicio de la verdad, de la justicia y de la defensa de la dignidad humana en todos los niveles.
Es en este laboratorio donde se debería cultivar con especial dedicación el encuentro y la superación de la fragmentación (dos males de la sociedad actual). Dos tareas, por lo demás, que están en la esencia misma de la universidad: ser una comunidad de académicos y estudiantes que se respetan en su diversidad, y ser también un espacio de superación de los límites de las disciplinas particulares.
En vista de la interdependencia de las grandes cuestiones del futuro, se necesita más que nunca una interdisciplinariedad ejercida con sabiduría y creatividad.
En un diálogo estrecho y una auténtica convivencia de disciplinas, surge una síntesis de conocimiento que puede responder de manera más integral a los desafíos actuales y proporcionar una adecuada orientación.
Para el Papa Francisco, por ejemplo, esta tarea de encuentro y superación de la fragmentación, es oportunidad también de superar las brechas entre la técnica, las ciencias y el humanismo.
“La universidad está llamada a educar a una cultura de la sabiduría, capaz de armonizar el enfoque técnico y científico con el humanista, con la convicción de que la búsqueda de la verdad y la bondad es, en última instancia, única” (Papa Francisco, 23.10.2017).
A su vez, es preciso que las universidades católicas no se aíslen del mundo, sino que entren con valentía en el areópago de las culturas actuales y dialoguen, conscientes del don específico que tienen para ofrecer a todos.
Un discipulado misionero se debería percibir de un modo especial en las universidades católicas que, por su naturaleza misma, están comprometidas en mostrar la armonía entre fe y razón, y poner en evidencia la relevancia del mensaje cristiano para una existencia humana vivida en plenitud y autenticidad.
Una Universidad Católica como la nuestra habrá logrado sus objetivos si puede llevar al tejido social esas dosis de profesionalidad y humanidad que son propias del cristiano que ha sabido buscar con pasión esa síntesis entre la fe y la razón.
Querida Comunidad UCN, con esta nueva acreditación tenemos un gran desafío por delante: no solo mantener el nivel académico, sino también, y sobre todo, crecer aún más en un nivel no acreditable por una “Agencia oficial”, sino por la ciudadanía y la propia historia.
Que Dios les bendiga.
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