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Renuncia y Elección: ¿ante una nueva era del Papado?

Fecha: 21 noviembre, 2013

Marcelo Sepúlveda

Renuncia y Elección: ¿ante una nueva era del Papado?

Oscar Marcelo Sepúlveda  msepulve@ucn.cl

Magister en Teología Dogmática

Académico Universidad Católica del Norte

 

El 11 de febrero de este año, el Santo Padre Benedicto XVI sorprendió a los católicos y a todo el mundo, anunciando su decisión de renunciar al pontificado a partir del 28 del mismo mes, lo que se verificó tal como estaba comunicado. La Sede Apostólica quedó vacante y se dio comienzo la preparación del cónclave, que se inició el martes 12 y concluyó el miércoles 13 de marzo con la elección del Papa Francisco.

Esta nominación trajo consigo ciertas particularidades históricas: es el primer Papa de fuera del continente europeo (latinoamericano y específicamente argentino); y es el primer Pontífice perteneciente a una de las congregaciones religiosas más importantes y tradicionales de la Iglesia como es la Compañía de Jesús. Ambos elementos son relevantes por sí solos y en conjunto aún más.

Pero quizás el componente más decidor del nuevo Papa es el nombre elegido: Francisco. Es como si, con este primer acto, ya hubiera escrito su primera encíclica, considerada normalmente el “programa de gobierno” del Pontífice. Este primer acto ha sido refrendado con una serie de actitudes, palabras, mensajes y acciones que muestran que se puede ser Papa de una manera distinta. Esto ha despertado esperanza y miradas atentas en muchos que estaban alejados de la Iglesia, debido a los escándalos de la pederastia, los problemas en la Curia Romana y la falta de transparencia con el Instituto para las Obras de Religión (IOR, conocido como Banco Vaticano).

Quizás ayude a evaluar mejor recordar el momento en el que nos encontrábamos hace pocos meses. El Papa Benedicto XVI gobernaba la Iglesia y nada hacía suponer cambios tan dramáticos. Al anunciar su renuncia, se acabó con un status quo que llevaba cerca de seis siglos (el último en dimitir había sido Gregorio XII, en 1415, aunque es la renuncia del Papa Celestino V (1294) la única que no da lugar a dudas sobre la espontaneidad de la decisión). La renuncia del Papa se transformó así en un gesto extraordinario, al darse en tiempos de tranquilidad y normalidad, pero además respondiendo a una decisión personal, libre y teológicamente meditada: “en clara conciencia y plena libertad”, han sido sus palabras. De alguna manera, ha roto un cierto “entendido” falso, pues parecía que un Papa no pudiera renunciar, a pesar de estar prescrito como posibilidad en las normas de la Iglesia. Así, la renuncia del Papa se establece como un gesto que de ahora en adelante puede ser considerado “normal”, pero que no disminuye su enorme alcance histórico.

Gracias a este acontecimiento histórico, se refuerza una certidumbre propia de la Iglesia: el futuro es el tiempo de Dios y siempre ámbito de esperanza.  Un acto de fe, libertad, audacia y coherencia como el de Benedicto XVI ha permitido la irrupción de Francisco, que nos “descoloca” con gestos expresivos de un programa de renovación para la Iglesia.

En su encuentro con los periodistas a los pocos días de ser elegido, el Papa Francisco les recordaba y pedía mirar la Iglesia con ojos más atentos, para comprender adecuadamente que ella no es una organización más, pues posee una especificidad que no es posible abordar a partir de los criterios comunes de la noticia. Un llamado a evitar los reduccionismos, que debe ser aplicado tanto por los medios de comunicación como por la misma Iglesia al abordar los problemas a los que se ve enfrentada.

Sin duda los desafíos son muchos: los hay a nivel intra eclesial como reformar la Curia Romana y ser “una Iglesia pobre y para los pobres”, pero los hay también a nivel extra eclesial, sobre todo respecto a la evangelización y todas las tensiones teológicas, pastorales y políticas que ello origina e implica.  De lo que no hay duda es que el Papa Francisco representa una “novedad” en lo que conocíamos hasta hoy y es posible que signifique un nuevo modelo de papado que solucione las tensiones dentro del cristianismo y de éste con el mundo moderno.

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