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Guillermo Chong Diaz, geólogo y nuevo miembro del Consejo de Ciencias

Fecha: 15 diciembre, 2021

Guillermo Chong Diaz, geólogo y nuevo miembro del Consejo de Ciencias

“Si tuviera que elegir, escogería todo lo que pasé”

El profesor repasa parte de una vida épica, donde se sobrepuso a muchos obstáculos  y contó con la ayuda de muchos mentores a quienes siempre agradece.

La casa del geólogo y académico Guillermo Chong Díaz muestra varias colecciones, regalos de amistades y alumnos, salvo minerales y rocas acumuladas en su historia con el desierto.

Chong es mucho más que un geólogo y profesor. Es también un escritor, divulgador científico, creador de museos y un gran conversador nacido en Arica hace 85 años. Su capacidad es conocida y fue una razón para ser nombrado recientemente miembro del Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación para el Desarrollo de Chile. Es

Premio Nacional de Geología, Miembro de la Academia de Ciencias, Doctor Honoris Causa de la Universidad Católica del Norte, Ciudadano lustre de Antofagasta y Arica, Ciudadano Bicentenario.

Chong hizo a la capital regional su ciudad. “En Antofagasta nacieron y se educaron mis hijos. Estudié mis últimos años en el Liceo de Hombres cuando era director don Mario Bahamonde Silva”.

LA JUVENTUD

¿Por qué se vino a estudiar a Antofagasta?

Vine a una Olimpiadas liceanas con los liceos Arica, Taltal, Tocopilla y Antofagasta y me gustó el ambiente del Liceo de Hombres. Se dieron las circunstancias para venirme y quedé en el internado, en la década del 50, cuando partió don Mario como director. Estuve en quinto y sexto de Humanidades y a los seis meses me hicieron inspector, en este caso de los cabros más chicos.

Tuve una relación muy especial con don Mario. Antes de entrar al puesto de director,  estuvo observando el transcurrir del colegio y cuando llegó al cargo, hubo varios hechos que marcaron su gestión. Por ejemplo, de los alumnos que estaban en el internado dejó solo a algunos y admitió a muchos nuevos. Después, el primer día de clases, habló por los altoparlantes internos a los estudiantes con esa voz tan especial que le ganó el sobrenombre de “Chicharra”, pero pocos pusieron atención. Al día siguiente unos 300 alumnos se quedaron fuera porque no oyeron el instructivo: el horario de ingreso había cambiado a las 8 AM y no a la hora que el alumno estimara. Su tercer objetivo fue, sin decirlo, que el Liceo tuviera la posibilidad de competir con el Colegio San Luis en los resultados del bachillerato y nos enseñó todo lo que tuvo a su alcance. Don Mario tenía relaciones especiales con algunos alumnos, entre los cuales Gastón Díaz, Óscar Edding, locutor oficial del colegio y yo. Era un lujo hablar con él porque siempre enseñaba.

Habla con mucho cariño…

En la vida uno tiene mentores. Unos visibles, otros invisibles y otros obligados. Sin conocer la palabra mentor, en la juventud lo adopté a él como tal y lo llevo como un ejemplo. Un hombre enérgico, que decía las cosas de frente, que respetaba y se hacía respetar y enseñaba como un maestro. Me acuerdo de una anécdota. Una vez me dijo: “Chong, usted se hace cargo de este evento”, de los muchos que él hacía para la comunidad, pero este era algo mayor y yo le pregunté: “Y el Óscar?, la voz oficial” del colegio. Don Mario me respondió: “Chong, ¿qué le acabo de decir?”… Claro, me tenía que hacer cargo y punto. No tenía por qué darme explicaciones. Su violencia intelectual era impresionante, era un hombre extraordinario.

Fue un referente para varias generaciones. ¿Lo marcó políticamente?

No, nunca he vivido a la sombra de la política ni me ha generado algún interés. Nunca. Para mí lo primordial es la gente, pero no para usarla. Las cosas son como son. Los pobres, la gente con necesidades o la que sufre no se inventaron hoy. Además, tengo autoridad moral para hablar de esto porque en mi experiencia de vida tuve un padre que llegó de China a Chile solo y con nueve años y una madre que no conoció a sus padres y la criaron tíos como criada y debió escapar de ellos, por sus maltratos a los 14 años. Conoció a mi papá, con quien nunca se casó, y nací yo, un “hijo natural”.

Mis padres trabajaban codo a codo para ganarse el sustento, en condiciones extremas y yo, desde los 11 años hacía lo propio. Tengo toda la autoridad moral para conocer y hablar de la gente humilde y pobre.

¿Fue hijo único?

Cuando nací rompieron el molde.

Tuvo una infancia difícil. ¿Quedan heridas o más aprendizajes?

Si tuviera que elegir, escogería todo lo que pasé, porque no cualquiera tiene la oportunidad de atender un bar en el centro de un barrio rojo, con delincuentes y “mujeres de la vida”. Conviví con ellos y las experiencias enseñan.

¿Por qué cree que ocurrió eso?

Tenía un ángel guardián de una estatura poco común.

¿Suerte o fe?

Ambas y quizás se agrega alguna buena relación de neuronas que me han ayudado a buscar las mejores y encontrar las mejores soluciones.

¿Qué otros mentores tuvo en su vida?

Mi mamá que me crió a palos. Así era en ese tiempo y se lo agradezco  y un padre que ha sido el hombre más inteligente que yo he conocido. En algún momento decidió que haría una fuente de soda, el bar que comenté antes. Hizo él solo hasta el último milímetro, la albañilería, los muebles, la instalación sanitaria y la eléctrica. Remató con una verdadera obra de arte dibujada y pintada en una pared.

Nunca mis padres y yo tuvimos tiempo para socializar en familia. Necesitábamos trabajar.

¿Por qué estudió Geología?

Es una historia larga. Me costó mucho obtener una carrera. Me fue bien en el bachillerato, a pesar de que en mis etapas iniciales la carencia de profesores y medios era dramática y algunas materias constituyeron misterios para mí.
Cuando llegué a Antofagasta eso cambió un poco. Esos recuerdos fueron los que me acercaron, muchos años después, a la Universidad Católica del Norte, la primera universidad regional donde nació la oportunidad para que la gente del norte pudiera estudiar en su propia tierra. Yo comencé estudiando Química y Farmacia en Santiago, trabajando y estudiando. Mi escasa base me pasó la cuenta y sencillamente fracasé. Volví a Arica, Trabajé haciendo clases particulares porque tenía facilidad para enseñar cosas simples, sobreviví y mucha gente me tendió la mano.

Luego decidí intentar de nuevo entré a Geología por casualidad, una lucha terrible y muchas historias hasta tercer año. Ahí se me abrió el mundo y hoy tengo una carrera que no es una profesión, es un estilo o modo de vida. Esto se debe a que tuve la suerte de desarrollar esa carrera en un territorio privilegiado en ciencias de la tierra: el Desierto de Atacama. A ello se sumó el trabajar en una institución de la calidad  del Instituto de Investigaciones Geológicas, hoy Sernageomín, una verdadera escuela para aprender Geología. En la década de los 70 sucedieron cosas que me hicieron alejarme de esa institución y entonces apareció Renato Fernández, amigo y colega, otro mentor, fundador de la carrera de Geología en la Universidad del Norte, quien me invitó a ser profesor de la carrera de Geología que comenzaba. Por esos años yo me había ganado la beca Alexander von Humboldt, una beca excepcional. Acepté en la medida que me dejaran realizar mi beca y así fue. En Alemania apareció otro mentor: Werner Zeil, un aristócrata de la geología, el profesor que me consiguió la beca. A mi regreso, entré a la Universidad.

¿Como docente cuál ha sido su sello? ¿Qué ha tratado de imprimirles a sus alumnos?
Ser profesional. Por lo pronto meterles en la cabeza a los alumnos que ya no están en el Liceo, sino que serán profesionales y el profesionalismo necesita un delta. Trato de poner un aderezo a lo que es normal en los ramos que enseño. Soy simple, enseño lo que yo sé y lo que he aprendido. Cuando no sé aprendo para enseñar. Las recompensas son enormes representadas por muchos, muchos alumnos que hoy, además de colegas son mis amigos.

NADA QUE RECLAMAR
Chong ha sido partícipe de numerosas instancias de divulgación hacia “su” norte de Chile como, por ejemplo, haber sido creador del Museo Geológico Humberto Fuenzalida, del Museo del Desierto en las Ruinas e Huanchaca y del Museo Minero Geológico de San Francisco de Chiu Chiu.Es autor de libros como Enseñando Geología a los Niños, Enseñando Geología a lolargo de Chile, Cuentos de Mineros. Es Presidente e la Fundación Geoglifos de Pintados que busca promover algunos Geoglifos de Tarapacá a la categoría de Patrimonio Mundial de la Humanidad.

Su acabado conocimiento del desierto nortino lo ha hecho colaborador de la NASA, la Agencia Espacial Europea (ESA) y el SETI (Search for Extra Terrestrial Intelligence) en pruebas llevadas a cabo en este territorio, relacionadas con tecnologías destinadas a descubrir vida más allá de la Tierra, incluyendo el uso de los prototipos de los robots que hoy recorren Marte.

Chong tiene enmarcado un correo en el que un ex alumno, le apunta de que sus evaluaciones fueron correctas y gracias a ello fue descubierto un gran yacimiento de cobre. En otro marco tiene un reconocimiento a su “calidad humana” entregado por los vigilantes de la Universidad. “Es mi política”, dice el profesor.

Gratitud no es una práctica recurrente…
No tiene porqué serlo, cada uno decide su vida como quiere y por eso es que hay gente a la que no le importa nada de nada y otros que a uno le enseñan a vivir.

¿Cómo ve el desierto un geólogo?
Las cosas se ven de distinta manera, primero con los ojos, pero también hay que mirar con los sentimientos. El geólogo tiene una ventaja. Si nos paramos en el desierto usted me podría decir qué bonito paisaje, pero yo estoy viendo por qué está ese cerro ahí, porque tiene esas pendientes, por qué está acompañado de otros cerros, qué lo circundan, de qué está formado.

Cuándo miremos el desierto vemos fundamentalmente un lugar por explorar, en especial con la minería, pero es evidente que el desierto es mucho más que actividad industrial extractiva, ¿qué más aprecia usted?
Lo veo como mi casa. “Conversar” con las rocas y que estas cuenten sus secretos, encontrar el fósil de un organismo que vivió en el mar hace millones de años y hoy forma parte de una montaña a miles de metro de altitud, reconocer el paso de hombres que vivieron estas latitudes hace miles de años, conocer a hombres de casta como los mineros de la pequeña minería, disfrutar la belleza de algunas rocas o minerales, sentirse libre con el sol en la cara y el viento en la espalda. Podría enumerar ad infinitum.

¿Está contento con su vida profesor?
El otro día le decía a un amigo que no tenía nada que reclamar. He recibido más de lo que merecía y he aprendido a vivir sin envidias y sin que los errores me dejen cicatrices.

¿En tiempos de pandemia en que hemos pensado mucho más en la muerte, qué ha meditado?
He tratado de pensar que sea lo que tiene que ser, pero sin hacer sufrir a los demás.

¿Qué significa para usted la designación como miembro de este Consejo  de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación para el Desarrollo que asesora a la Presidencia?
Significa que tendré la oportunidad de tener una voz sobre un tema que conozco de este Norte Grande, grande no solo en denominación. Mire, cuando pasan estas cosas buenas también hay que recordar de que hubo cosas malas. La vida es así y hay que aceptarla y entenderla.

Este reconocimiento es una herencia que les dejo a mis cuatro hijos y a mi excepcional compañera de vida, la Dra. Cecilia Demergasso.

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