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Oasis de Pica fue zona de exclusividad comercial durante el periodo prehispánico

Fecha: 19 enero, 2022

Oasis de Pica fue zona de exclusividad comercial durante el periodo prehispánico

Publicación realizada por premio Nacional de Historia y académico UCN, da luces que en el lugar existió un importante intercambio de productos entre caravanas de habitantes costeros y altiplánicos.

Los costeros ofrecían pescados, mariscos “en conserva” y pieles de animales marinos. Los altiplánicos, a su vez, intercambiaban frutos secos, lanas y maíces. Entre el 900 y el 1450 d.C., estas eran las mercancías más comúnmente transadas en el oasis de Pica, hoy región de Tarapacá.

Se trata de una de las conclusiones del estudio “Tráfico, movilidad y dieta entre el oasis de Pica y la costa árida del desierto de Atacama”, publicado por el arqueólogo Premio Nacional de Historia y académico de la Universidad Católica del Norte (UCN), Lautaro Núñez Atencio, en el Latin American Antiquity, de la Universidad de Cambridge.

La investigación se centró en el tránsito de caravanas y, mediante el análisis de vestigios arqueológicos y vetustos entierros, se pudo establecer el modo de vida de los antiguos habitantes del desierto.

“Desde 1985, a raíz de mi tesis doctoral, defendida en Japón, mantuve activamente las investigaciones sobre el tráfico andino prehispánico sustentado a base de las caravanas de llamas. Así, fui comprendiendo que en distintos desiertos del mundo esta forma de trasladar cultura, recursos y protagonistas humanos habría ocurrido a través de largas distancias que cruzaban espacios desérticos como el gran desierto de Atacama”, explica el experto.

LOS HABITANTES

Sobre los análisis realizados a los vestigios, el estudio consideró diferentes líneas de evidencias: fechados radiocarbónicos, isótopos estables para el estudio de dieta y movilidad, y sus relaciones con los contextos funerarios. Los resultados presentan una alta variabilidad en la dieta de grupos que consumen recursos mixtos marinos y terrestres, además de maíz.

El análisis estableció que quienes habitaban la zona (la cultura preincaica llamada precisamente Pica-Tarapacá) ocupaba los valles y oasis bajos con una base agraria excedentaria (maíz, por ejemplo). “Sus aldeas complejas y avances culturales y tecnológicos en los últimos seis siglos prehispánicos dan cuenta de un desarrollo propio de las sociedades basadas en la agricultura. Por otra parte, tanto en el litoral como en las tierras altas limítrofes se desarrollaron otras culturas que también mantenían excedentes, estimulando el surgimiento de prácticas de intercambio con beneficios para todas las comunidades conectadas”.

En este aspecto, el comercio entre quienes habitaban la zona costera de la región de Tarapacá y quienes poblaban el sector cordillerano, se daba, por lo general, en el oasis de Pica, al ser este un punto intermedio entre ambos extremos.

Lautaro Núñez explica que “la movilidad observada a la latitud del oasis de Pica, se contactaba con la costa híper-árida, donde acogían los contactos con estos agricultores interiores. De un modo diferente, en los valles y oasis los excedentes agrarios descendían principalmente junto a llamas cargueras criadas allí mismo a partir de los contactos con el altiplano, donde estos rebaños eran muy densos. La adaptación de estos animales de carga en el oasis permitió establecer una red regional con rutas transdesérticas, en donde se elaboraron grandes y sofisticados geoglifos vinculados con los ritos caravaneros”, explicó.

Agrega que las llamas, a diferencia de los camellos, no se montan, de modo que la movilidad se apoyó en el buen caminar y conducir caravanas cargadas en esas travesías epopéyicas a través del desierto carente de agua y otros recursos de apoyo. Junto con las operaciones de intercambio con las comunidades locales, las caravanas podían ocupar espacios productivos vacantes o asociados con otras agrupaciones para retornar con los bienes logrados a sus aldeas de origen.

INTERCAMBIO

El oasis de Pica fue punto de intercambio y convivencia de caravanas de habitantes cordilleranos y costeros. De esto hablan las pruebas recolectada por el investigador de la UCN. “Las excavaciones en diversas clases de sitios asociados a las rutas han permitido reconocer bien los bienes intercambiados de aquellos que procedían del altiplano y el oriente: llamas en pie, trozos charqueados, lana, textiles, tuberosas frescas y deshidratadas, quínoa, cebil, guacamayos, hojas de coca, cerámica y otros.  De la costa: pescados y mariscos secos o salados, conchas, plumas y otros. De los oasis: lanas, textiles, carne charqueada y, principalmente, el maíz utilizado ‘reventado’ o como harina para distintos usos, constituyendo un alimento generalizado y muy apreciado, tanto en la costa como en el altiplano. Por otro lado, el tráfico de tiestos cerámicos hacia el litoral fue también importante”, cuenta Núñez.

Asimismo, dice que el tráfico caravanero se centralizó en este espacio para cumplir con el ideal de cómo complementar los recursos de acuerdo al déficit que existía en los distintos pisos ecológicos de esa región, conformando un eslabón más de similares prácticas reconocidas desde el sur del Perú hasta el río Loa.

“Estas comunidades agrarias localizadas en el espacio tarapaqueño desplegaron un notable protagonismo caravanero con un clímax entre los 900 a los 1.450 años d.C”.

INFLUENCIA INCA

Esta zona tuvo contacto con la cultura inca, siendo parte de su administración, lo cual se demuestra en los vestigios en la construcción.

Todas las comunidades de la cultura Pica-Tarapacá, incluyendo las poblaciones costeras y altiplánicas, entraron en contacto con el dominio inca. Para este imperio estos espacios fueron importantes, creando asentamientos administrativos y vinculados con el traslado de tributos a través de las rutas que conducían a sus cabeceras políticas, incluyendo el Cusco. Su prioridad fue la explotación de los recursos mineros, la mano de obra y el traslado de cargas, por lo cual surgieron sus edificios con su propia arquitectura como las grandes kallankas, tambos, posadas en caminos y un sinnúmero de marcas de la vialidad incaica. En el caso específico del oasis de Pica, hasta ahora no se ha registrado un asentamiento con objetos estatales. No obstante, los incas lograron organizar una aldea con su respectivo cementerio para continuar con el tráfico de intercambio hacia la costa, esta vez a cargo de autoridades incas establecidas en la localidad.

Por último, Núñez concluye que el oasis de Pica no es un valle elongado que alcance el mar. Se sitúa aislado en el desierto extremo y actuó como un puente entre la producción local y los bienes altiplánicos y forestales, principalmente orientados a su población y la costa. En su carácter del centro intermediario se transformó en un foco de interacción social, económica y ritual entre las tierras altas y el litoral. Esto explica que los geoglifos localizados en Pica y los de Pintados, junto a sus rutas, sean similares a los distribuidos entre el valle de Camiña al Loa, al interior de la cultura Pica-Tarapacá.

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