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Proyecto educativo: fe en Dios y servicio a la sociedad

Fecha: 25 junio, 2019

Proyecto educativo: fe en Dios y servicio a la sociedad

Monseñor Ignacio Ducasse compartió reflexiones tras asistir a Congreso Internacional de Educación Católica en Nueva York.

Una instancia para analizar y debatir sobre los desafíos de la educación a nivel global, fue el Congreso Internacional de Educación Católica 2019, organizado por la Oficina Internacional de Educación Católica (OIEC), al que asistió el Gran Canciller de la Universidad Católica del Norte (UCN), y Arzobispo de Antofagasta, Monseñor Ignacio Ducasse Medina, en su calidad de Presidente de la Comisión Nacional de Educación Superior de la Conferencia Episcopal de Chile.

Monseñor Ducasse explicó que OIEC es un organismo que agrupa a más de 200 países, tanto a nivel de escuela como de universidades. “Son unas 220 mil escuelas católicas en el mundo, lo que implica más de 62 millones de alumnos; sumado a las cerca de 1.500 universidades”, precisó.

La Universidad de Fordham, Nueva York, fue la sede del congreso, que reunió a cerca de mil participantes, quienes durante cuatro días analizaron, debatieron y compartieron experiencias respecto de la educación y su rol en el mundo actual.

¿Cuáles fueron los principales temas que se analizaron?
Formar líderes, docentes y académicos adaptados a emergencias educativas, fue un tema importante. Otro aspecto destacado fue “Por una educación de calidad orientada al evangelio y a la preservación de la “Casa Común”.

¿A qué se refiere con emergencia educativa?
Por ejemplo, hay escuelas donde el 80% de los educandos son musulmanes, en este contexto se presenta el desafío de cómo mantener el sello católico, sin violentar la conciencia de los estudiantes.

Y en base a los temas tratados, ¿cuál sería una tarea pendiente de nuestra Universidad?
Un tema que está muy en boga, y que gracias a Dios en nuestro país se ha tomado conciencia es el “cuidado de la casa común”. Habían experiencias en escuelas donde desde prebásica y primer ciclo básico están haciendo cosas muy interesantes para crear hábitos en el cuidado del medioambiente, en los niños y niñas.

Y dentro de lo que es el contexto universitario ¿qué experiencia interesante se podría replicar?
Dentro de lo tratado, en general debiéramos prepararnos más, y no sólo como universidad, en cómo acoger a los inmigrantes. No basta con aceptarlos como alumnos, sino que debemos hacerlos parte de nuestros procesos educativos, ir involucrándonos con ellos e ir aprendiendo de sus aportes culturales, los cuales nos van enriqueciendo.

¿Cuál diría usted que es el mayor aporte de la educación católica en la formación de los jóvenes?
La educación católica tiene un sello muy importante desde el punto de vista valórico. Valores pre éticos, que no son exclusivos del Evangelio, sino que atraviesan toda la humanidad. El Humanismo Cristiano está basado en eso.
La educación católica tiene un bagaje en esa línea histórica y puede ayudar mucho a salir hoy de algunas situaciones. El mismo ejemplo de Laudato si’, cómo aplicarla más a partir de los principios del humanismo cristiano y ayudar así al planeta entero.
Más allá de las creencias de cada uno, tenemos un potencial enorme que ofrecer, sin vergüenza, con más convicción, en todos los niveles de la sociedad, aportar lo propio, no avasallando, pero sí mostrando nuestra identidad más específica que es lo que enriquece a la sociedad.

Y a su juicio, ¿cuál es el sello que debería tener alguien formado en una institución católica?

Fundamentalmente, creo que el amor a la verdad. Una verdad sin apellidos, a la cual yo me adhiero, no solamente con conocimiento intelectual, sino que desde todo mi ser. Porque para nosotros la verdad final es Jesucristo.
Yo creo que esto es muy importante que esté en el corazón de nuestros alumnos y exalumnos, en todos los niveles de educación.
El amor por la belleza, por el bien, son elementos que tienen que estar en el corazón de un proyecto educativo con sello católico. Es estar vuelto al desarrollo del otro, no estudiando ni sabiendo más para uno mismo y tener más posibilidades en lo económico, sino que para servir mejor.

Y qué nos falta para entusiasmar a los jóvenes
Yo creo que desde el punto de vista de la formación es llevar adelante el proyecto educativo de manera más vehemente. En el caso de los académicos, no solo fijarse en sus competencias profesionales, sino que en su vivencia cristiana de fe, de iglesia, siempre a partir de su competencia profesional. Los equipos directivos deben estar muy pendientes de que el proyecto educativo no se debilite, por diferentes situaciones.

Un elemento importante es que hoy el concepto de “calidad” no es claro. Se le interpreta en función de un concepto mercantilista, y se habla de la “calidad de la educación”. Pero si no hay educación cívica, si no hay educación moral o ética de qué calidad hablamos. El concepto de calidad lo hemos reducido al producto final y no en que las personas crezcan en calidad humana.

¿Y cómo se expresa eso en un proyecto educativo?
En general es cómo pedagógicamente se lleva adelante, respetando también las diferencias de quienes llegan a la Universidad. Esta es una universidad confesional, pero no todos son miembros de la Iglesia Católica, entonces tenemos que respetarnos con nuestras particularidades.

Y a su juicio, ¿Cómo es acompañar la vocación de servicio de los jóvenes desde la universidad?
Apoyarlos en descubrir que la fe, atraviesa la vida entera de las personas y debe tocar lo más profundo del corazón. De tal manera que su vocación de servicio a los demás sea la expresión de su fe, y no solamente un acto misericordioso de compasión por otro que puede estar sufriendo.

¿Cómo ve usted la situación de la educación en nuestro país?
En principio, creo que no se han evaluado los proyectos anteriores, rescatar que aporte realizó y qué es lo que faltó. No siempre se consulta a todos los actores involucrados, es importante tener más presencia de escucha de los distintos estamentos involucrados. A veces estas cosas salen de personas que saben mucho de educación, pero que no están en el día a día dentro de un aula.

Yo creo que hay que clarificar la meta donde se quiere llegar, y el proceso que se diseñe para conseguirla, ajustarlo a las distintas necesidades que hay en las diferentes zonas del país, que a veces son muy distintas de un lugar a otro y requieren ritmos distintos. Nos falta esa sabiduría de poder dar flexibilidad.

En síntesis yo diría que hay una conciencia de la importancia de la educación en el mundo, de manera muy transversal, y lo que implica para el cambio que queremos en él y ahí la educación es un factor fundamental.

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