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María, mujer y maestra de esperanza

Fecha: 8 diciembre, 2021

Ignacio Ducasse Medina

María, mujer y maestra de esperanza

Ignacio Ducasse Medina
Arzobispo de Antofagasta y Gran Canciller de la Universidad Católica del Norte

Este último cuarto del año 2021 hemos sido animados con la presencia y figura de María, nuestra Madre y Maestra. En octubre pasado nos visitó la imagen de la virgen de Fátima, suscitando gran entusiasmo y devoción en todos los lugares de la Arquidiócesis donde estuvo presente en parroquias, cárcel, hospital…; luego -en la primera semana de noviembre, a las puertas de la celebración del Mes de María-, tuvimos la visita de la imagen de la virgen del Carmen de La Tirana: También gran entusiasmo y manifestaciones de devoción y cariño por la “Chinita”, como se le llama coloquial y respetuosamente acá en el norte a nuestra madre. Ahora estamos celebrando el tradicional mes dedicado a María.

No cabe duda que la presencia de la Madre siempre da confianza y anima la esperanza. Para nosotros discípulos de su Hijo y ciudadanos de este Chile nos ayuda a redescubrir que después de la noche viene el día, del invierno la primavera y el verano, a la crisis sigue la maduración, al sufrimiento sigue la alegría de la victoria.

Tenemos que aprender a vivir los tiempos difíciles de la historia, en el ámbito personal, familiar, social… Descubrimos que solo conocemos un punto de vista, pero no la totalidad del rumbo que toma la historia bajo las manos de Dios. Detrás de todos los acontecimientos, sin que consigamos percibirlo, está surgiendo un nuevo brote de vida. Así sucede en el invierno: la apariencia de los árboles es de decaimiento y agonía, sin embargo, por dentro está latiendo la vida y con la llegada de la primavera resurge la fuerza escondida de la vida.

Es importante que no nos quedemos viendo lo negativo. Es verdad que el mal se nota más que el bien. Pues lo mismo pasa cuando llega la primavera, los retoños en los árboles son todavía pequeños, pero se pueden ver. Hay que agudizar la visión para destacar siempre lo bueno, porque ahí está la obra de Dios.

La dinámica del Reino de Dios es la dinámica de la semilla, del crecimiento progresivo, la de su definitiva y segura intervención.

Esperamos que sucedan cambios radicales para el bien del mundo, pero no hay que confundirlos con la destrucción, que es lo que acentúan los falsos profetas, sino con la vida que Jesús está haciendo brotar en medio de todos los acontecimientos negativos de la historia.

La obra de la salvación es sacar bien de dentro del mal, no la destrucción de lo malo para empezar todo de nuevo con unos cuantos privilegiados. La obra de la salvación es un don de Dios y al mismo tiempo de todos aquellos que con su esfuerzo, sostenido por el seguimiento de Jesús, vencen todos los días sus pequeños combates por la autenticidad de la vida.

Esta mirada es lo que nos enseña nuestra Madre y Maestra, la Virgen María, con su vida expresada en su cántico del Magnificat.

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