Hilda Aravena Páez, MSc, Kinesióloga
Facultad de Medicina UCN
“El mundo cambia en un instante y nacemos en un día” -Gabriela Mistral-
Chile ha evolucionado en la protección de los derechos de las mujeres a nivel cultural, legislativo y de atención primaria de salud. Sin embargo, los altos índices de violencia y femicidio sensibilizan y visibilizan el gran vacío en el que aún nos encontramos como país.
En el año 2001, el MINSAL declaró la violencia intrafamiliar como una prioridad en el área de Salud Mental. Dos años después, se aplicó un programa piloto y en el 2006 el modelo de intervención integral se implementó en 60 centros. Sin embargo, en el 2007 se evidenció que las cifras de la violencia contra la mujer habían producido mayor morbilidad y mortalidad que el embarazo, parto y puerperio.
Hay muchas implicancias clínicas que permanecen ocultas tal cual, como un iceberg, en el que en primera instancia sólo logramos ver la punta sobresaliente al mar, sin pensar que hay una extensión inmensa en la profundidad. Se requiere una atención clínica multidisciplinaria que atienda y procure dar respuesta a lesiones físicas, embarazo no deseado, aborto, infección de transmisión sexual, morbilidad materna, suicidio, afectación sexual, reproductiva y mental.
El sistema de salud tiene un rol protagónico, al ser un eslabón de acceso. La detección y prevención son dos aristas prioritarias. Actualmente, se considera el acceso, cobertura equitativa, prácticas basadas en la evidencia, participación comunitaria, uso de evidencia científica y fortalecer la capacidad de los sistemas de salud. También es relevante la calidad de atención, no se puede ser negligente al contexto e impacto bio-psico-social que la violencia conlleva. Se requiere trabajar con profesionalismo, informarse sobre esta temática y ser agentes activos para lograr cumplir con la vocación de servicio que es “Ayudar a las personas”.
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