Desarrollado por la Facultad de Medicina UCN e INIA Intihuasi
Tras una investigación que determinó efectos cognitivos en las personas debido a la exposición a estos químicos, se están probando alternativas que no provoquen impacto en la salud ni el medioambiente.
Entre 2010 y 2014 la Facultad de Medicina de la Universidad Católica del Norte desarrolló una investigación que determinó que la exposición a plaguicidas en las zonas rurales de las provincias de Elqui y Limarí estaría provocando daño cognitivo a las personas. El análisis también concluyó que la gente que lleva más de 15 años trabajando en labores agrícolas tenían mayor deterioro, sobre todo en memoria y psicomotricidad.
Dada su relevancia, este trabajo desarrollado en ese entonces por la doctora en ciencias biológicas y académica de la UCN, Floria Pancetti y la doctora Muriel Ramírez, del departamento de Salud Pública de la misma entidad, llegó a publicarse en importantes revistas internacionales de medicina.
“Nos pudimos percatar que se estaban usando plaguicidas organofosforados, además evidenciar que esta exposición estaba provocando problemas a nivel de la función cognitiva, como la memoria y el aprendizaje”, señala la doctora Pancetti.
Iniciativa pionera
Tras estos resultados, a partir de 2020 se inició una segunda etapa de esta iniciativa con el proyecto “Uso consciente de agroquímicos en Pan de Azúcar”, que es ejecutado por la Facultad de Medicina UCN y el Instituto de Investigaciones Agropecuarias INIA Intihuasi, financiado por el Gobierno Regional de Coquimbo a través del Fondo de Innovación para la Competitividad (FIC).
El trabajo se lleva a cabo con la Cooperativa Agrodepa, que son productores de hortalizas y Floricoop, productores de flores. Según explica la Doctora Pancetti, la idea es enfocarse en reconvertir su modelo tradicional de producción a uno más limpio y más sustentable “donde no está descartado el uso de plaguicidas, pero sí su uso se hace más racional y se disminuye significativamente la cantidad de sustancias que se utilizan”, precisa.
El estudio contempla, por una parte, la educación de estos pequeños agricultores, guiándolos en la eliminación de estos productos y por otra la realización de muestreos físicos periódicos en sangre y orina, de manera de verificar si, utilizando estos nuevos mecanismos, se ve un impacto en la disminución de los efectos en su salud.
Uso responsable
Este trabajo está siendo desarrollado también por Claudio Salas, investigador de INIA Intihuasi y doctor en entomología agrícola. El profesional explica que están enfocados en disminuir la carga de dos grupos de plaguicidas que son los más riesgosos, que son los organofosforados y los carbamatos “que son los que se ha demostrado científicamente que tienen problemas y que la gente si hace mal uso pueden producir cáncer y algunas otras enfermedades”.
En primera instancia, han puesto énfasis en la capacitación, con un equipo de profesionales agrónomos que los están orientando en reconocer estas plagas. Además, se establecieron unidades demostrativas en terreno.
Por otra parte, se están reemplazando los productos incorporando algunas estrategias como la utilización de mallas anti insectos. “Además estamos sustituyendo algunos productos químicos en el control de arañita, que es un grave problema que se presenta en los claveles, con detergentes agrícolas y azufre, que son productos de bajo impacto para el trabajador”.
De igual forma, en hortalizas, con un productor de repollos se están haciendo aplicaciones de productos biológicos. “Se sustituyeron todos los productos de etiqueta roja y se han incorporado los que son a base de bacterias u otros organismos que hacen que no sea riesgoso ni para el trabajador ni para el ambiente”.
Según plantean los investigadores, el objetivo de esta iniciativa es que estas acciones puedan ser puestas en práctica por otros agricultores de la zona.
¿Se puede expandir al resto de la agricultura?
Según plantean los investigadores, el objetivo de esta iniciativa es que estas acciones puedan ser puestas en práctica por otros agricultores de la zona.
Reconocen, eso sí, que esto deberá venir acompañado de mayores incentivos. “Nosotros hacemos un aporte, pero falta algo mayor que es una política pública como se hace en Europa, donde desde 2014 todos quienes hacen agricultura tienen que saber de manejo integrado de plagas y aplicarlo, si no, tienen multas. Si lo hacen les entregan un bono, un beneficio económico por hacer las cosas bien. Eso es lo que falta acá para avanzar más rápido”.
A juicio de Claudio Salas, hoy el manejo integrado de plagas no tiene un beneficio “el consumidor no te exige, en un supermercado no se diferencia una lechuga que dice baja en plaguicidas. Cuando el consumidor se dé cuenta y exija, esto va a empezar a cambiar”.
Hay experiencias exitosas además que demuestran que ofrecer productos libres de plaguicidas pueden permitir a los agricultores acceder a mejores mercados y obtener un mejor precio. “Son nichos más acotados, pero se tiene que masificar. Esto es el comienzo de algo mayor y la agricultura tiende a esto, vamos hacia allá”, concluye el investigador de INIA Intihuasi.
Primeros resultados
Según explica la doctora Floria Pancetti, en noviembre de 2020 se realizó un primer muestreo en los agricultores y en estos meses se espera concretar el segundo. La profesional adelanta que en análisis preliminares han detectado algunos productos que no deberían estar ahí “y ahora en los segundos muestreos estamos esperando para ver si los volvemos a encontrar o no”.
Durante el segundo año del proyecto también van a monitorear plaguicidas en el aire y medir la deriva “porque estos pequeños productores están rodeados de otros productores más grandes que hacen aspersiones aéreas y no sabemos si proviene de su actividad o por el aire”, puntualizó.
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