Comentario del académico del Departamento de Teología UCN Coquimbo, Mg. Alejandro Cerda Sanhueza.
Entre los muchos impactos y novedades que ha traído consigo la pandemia están los servicios delivery, servicios de reparto, hoy los encontramos con mucha frecuencias por nuestras calles y barrios. Son, en su mayoría, personas jóvenes, extranjeras, que se desplazan en motos o bicicletas, están ahí para servirnos y hacernos más fácil la vida.
Pero como todo tiene su historia propia, los primeros delivery que existieron por nuestras calles, eran los repartidores de leche, verduras, vendedores ambulantes, hasta colecciones de libros y manuales se compraban por esta modalidad y las formas de pagos también se asociaban; eran los “semaneros”, los que pasaban a cobrar.
Pero eran otros tiempos y contextos. Hoy, esta tendencia está asociada a una variedad de ofertas de productos, una alta demanda por parte de consumidores, la urgente necesidad que tienen muchas personas de generar ingresos, las redes sociales y plataformas digitales que permite que existan empresas que gestionen la demanda y oferta.
Son trabajos que se realizan en condiciones precarias, no hay detrás un contrato laboral, seguros de accidentes asociados. La mayoría de las veces tampoco un sueldo fijo, sino el cumplimientos de metas, ni una institucionalidad que los respalde, hasta las leyes laborales presentan vacíos al respecto. Hace algún tiempo ya se viene discutiendo en los mismos sectores laborales organizados la legalidad de esta actividad y de las normas que protegen a estos trabajadores. Se usa la expresión uberización laboral, en memoria del conocido servicio de transporte. La uberización es un fenómeno que se viene instalado con mucha fuerza en nuestro país, como en otros del continente, y se tiene que estar atentos para hacer seguimiento de cómo se va a regularizar este nuevo fenómeno laboral.
Por lo que se ve, estamos ante una nueva amenaza u oportunidad laboral y económica, dependerá de cómo todos nos hacemos cargo de esto emergente, desde los políticos, legisladores, empresarios y/o emprendedores, los mismos trabajadores y por supuesto, los que hacen esto posible, los consumidores. Partamos con no naturalizar está forma de trabajo, hasta que esté correctamente regularizada, no abusar o tener malos tratos con estos trabajadores y ayudarles a que su carga no sea tan pesada.
Alejandro Cerda Sanhueza acerda@ucn.cl es Licenciado en Ciencias Religiosas, Magister en Ética Social y Desarrollo Humano y Master en Doctrina Social de la Iglesia
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