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Mes de María

Fecha: 16 noviembre, 2022

Ignacio Ducasse Medina

Mes de María

 Ignacio Ducasse Medina
Arzobispo de Antofagasta y Gran Canciller UCN 

En Chile hemos comenzado a celebrar el Mes de María. Un Mes dedicado a honrar a la Madre de Jesús y de la Iglesia. Un mes que nació en Europa, en mayo, mes de las flores, posiblemente en Italia y se extendió rápidamente a todo el continente. A Chile llegó, gracias a la iniciativa de Mons. Joaquín Larraín Gandarillas, Rector del Seminario de Santiago, con la novedad que se comenzó a celebrar en el mes de noviembre, mes de primavera, de flores y colorido.

Así, desde la década de los 80 del siglo XIX, que en Chile se celebra ininterrumpida y masivamente este mes dedicado a la Madre de Jesús.

Los obispos reunidos en la ciudad de Aparecida, Brasil, nos recuerdan que un aspecto muy importante de la catolicidad de la Iglesia es la presencia de María, y en la piedad popular del continente latinoamericano, ella siempre ha tenido un rol fundamental. Es madre, discípula y misionera. Modelo ejemplar del seguimiento de Cristo y esperanza para el éxito de nuestro propio seguimiento (DA., 266ss). Ella es un profundo vínculo de comunión; y la permanencia en “la escuela de María” enseña a los discípulos misioneros un modo de vivir en los criterios de la Palabra de Dios.

El Documento de Aparecida tiene un contenido fundado en la renovación litúrgico bíblica del culto mariano. En la misma perspectiva, la honda devoción mariana de nuestros pueblos es una muy buena tierra para encontrarse, en el ejemplo de María, con las enseñanzas de Cristo. La devoción mariana constituye un modo muy seguro para caminar “Con María a Cristo”, siendo ella la estrella del camino de la fe.

Este Mes dedicado a la Madre del Señor, a la primera discípula misionera, nos debe ayudar a redescubrir que ella –María- aún siendo entre todas las criaturas humanas la más cercana a Dios, caminó día a día como una peregrina de la fe (cf. LG, 58), conservando y meditando constantemente en su corazón las palabras que Dios le dirigía, ya sea a través de las Sagradas Escrituras o bien mediante los acontecimientos de la vida de su Hijo, en los que reconocía y acogía la misteriosa voz del Señor. Este debe ser, también, el don y el compromiso de cada uno de nosotros durante este “mes bendito”:escuchar a Cristo, como María. Escucharlo en su Palabra, custodiada en la Sagrada Escritura. Escucharlo en los acontecimientos mismos de nuestra vida, tratando de leer en ellos los mensajes de Dios.

Por último, escucharlo en los hermanos, especialmente en los pequeños y en los pobres, para los cuales Jesús mismo pide nuestro amor concreto. Escuchar a Cristo y obedecer su voz: este es el camino real, el único que conduce a la plenitud de la alegría y del amor. Es el camino que recorrió María desde la Anunciación hasta su Asunción, pasando por la Visitación y por la cruz. Ella –María- sostenida por la fe, va hacia la Resurrección, hacia Pentecostés, hacia la fundación de la nueva familia de la Iglesia.

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