Academia

Mujeres: agentes de cambio para el país que Dios quiere

Fecha: 6 marzo, 2020

Mujeres: agentes de cambio para el país que Dios quiere

Queridas hermanas:
Tal como lo he realizado desde que estoy sirviendo en esta iglesia de Antofagasta, les escribo en este día tan importante para todas ustedes y toda la sociedad.

Hoy en el actual contexto de nuestro país, se hace más urgente dirigirme a ustedes, mujeres de fe. La necesidad de una nación por escribir una nueva historia, corrigiendo aquellos sucesos que pueden opacar su desarrollo social y valórico, queda en evidencia a lo largo de todo el mundo.

Un nuevo modelo social, económico, cultural, humano va surgiendo de las entrañas de una humanidad herida que se ha vuelto depredadora, también, del ecosistema como si este no fuera parte de ella.
Todos y todas compartimos esta realidad, también somos parte de ese nuevo camino que debemos buscar, más allá de nuestras propias fronteras, personales, eclesiales, nacionales. Cuantas veces Jesús, nos reitera en el Evangelio que lo fundamental de su mensaje es la recreación de las relaciones: con Dios, con el hermano, con la creación.

Buscamos ser una nueva humanidad, por eso, en este día, las pongo a ustedes como el centro del mensaje, no como receptoras pasivas, sino como palabras vivas.

Mujeres, Chile necesita de su fe, de sus convicciones sociales, de su sentido de pueblo. Necesita que sean protagonistas de este nuevo tiempo histórico, que clama por justicia y por paz.

Este tiempo necesita de mujeres discípulas que no se amedrenten con los colores turbios de la violencia, con los rincones oscuros de lo que se transforma. Mujeres de Dios, ayúdennos a mirar de frente nuestra verdad como país, como Iglesia, como sociedad. A mirar con ojos cuaresmales, esos que creen que es posible que en medio de la tormenta, se genere una sociedad, una Iglesia, un pueblo más fraterno, más justo, más solidario, porque es posible convertir el corazón y la razón al mensaje del Evangelio.

Reconozco que nos preocupa la violencia que destruye y cierra caminos de diálogo, que a muchos nos asusta su sombra, que hace salir los peores augurios para el país; pero el Dios en quien creemos, el Dios que nos ha revelado Jesucristo, es el Dios de la esperanza, el Dios que nos ha dado la pluma de la libertad para escribir otra historia, la que Dios quiere con nosotros.

La violencia no nos puede hacer temblar, no tiene la última palabra. Y ustedes, hermanas, saben cómo sacar fuerzas en medio de aquello que violenta. Desde las entrañas del Evangelio nos han enseñado como se levanta una vida, una vida de mujer para recrear lo que parecía ya establecido por la ley. Y entonces, Jesús le dijo: “María”, y ella reconoció (en su voz, en su forma de nombrarla) al Maestro. Y Jesús, la envió a decirles a sus hermanos que había visto al resucitado. A una mujer, a la apóstol de apóstoles, le fue confiada la experiencia del resucitado. La fuerza del amor que movió a María de Magdala, deletreo la Buena Noticia que llevaría a esa extraordinaria mujer a anunciar la vida nueva, a una comunidad urgida por semillas de esperanza y de valor.

Dios, en la palabra de este domingo, se dirige a nosotros y nos dice “haré de ti un gran pueblo, te bendeciré…” (Gen. 12), pero para ello pide a Abraham, que salga de su propia tierra, de su zona de confort, de lo conocido, de lo seguro, de lo que hasta entonces lo identificó como parte de una familia. Ahora, Dios le hace una gran promesa, pero tiene el costo de salir, de confiar en que lo que viene será mucho mejor y no solo para él también, para quienes le sigan. La experiencia de la transfiguración, también es el resplandor de una promesa, de una invitación a los discípulos a dejar lo suyo para entrar en el misterio de la pascua. La manifestación de Jesús, con Elías y Moisés, reúne la historia del pueblo de Israel en la única promesa, serán mi pueblo y yo seré su Dios. Una nueva identidad, que tiene su costo, quienes le sigan tomarán el mapa de la cruz.

A la luz del mensaje, veo ante mí a mujeres nuevas, que serán capaces de impulsar un nuevo tiempo de radical seguimiento a Jesús, que deje atrás los miedos y las tentaciones que le impidan ser constructoras de una nueva humanidad.

Chile necesita de ustedes, la Iglesia necesita de ustedes, nosotros necesitamos de ustedes. Antofagasta, como todo el país, también necesita de ustedes, para construir un Chile más justo, solidario y en paz.

Nuestra región tiene que notar el compromiso que nos exige el Evangelio con los que más sufren, pero sobre todo les pido a ustedes hermanas, que nuestros hermanos y hermanas en Antofagasta puedan ser testigos de la fuerza de su fe, de su solidaridad, de su compromiso social y con la vida (más allá de las legítimas posturas políticas), que se dejen transfigurar por Jesús y resplandezcan en medio del conflicto, de las opciones sociales, de la letra con que escriban este momento histórico. Que estén dispuestas con más valor que nunca a acoger el costo del seguimiento, la cruz del no saber siempre el cómo, pero la esperanza puesta en que sí saben el por qué. El resucitado las envía como a Magdalena a decir que es posible una nueva humanidad, un nuevo pueblo, como el que Dios quiere.

En este domingo, 8 de marzo, en que recordamos la figura de la mujer como cambio social, quizás el más importante de este siglo, no dejemos que la mujer de fe pierda su voz. Ustedes son agentes de cambio, porque el Evangelio es sustancialmente transformador.

Gracias por lo que son, por sus luchas, sus anhelos, sus búsquedas, sus legítimos reclamos, todo nos hace salir como Iglesia y sociedad de nuestra tierra para emprender el éxodo que requiere una nueva manera de ser hijas e hijos de Dios.

Les bendice con afecto de pastor,

Ignacio Ducasse Medina
Arzobispo de Antofagasta

Antofagasta, 8 de marzo de 2020
Día Internacional de la Mujer

No hay comentarios

Comenta tu también