Columna de opinión, Alejandro Cerda Sanhueza, Director del Departamento de Teología de Coquimbo.
Durante el transcurso de la semana se han conmemorado el día de los Kinesiólogos/as, Nutricionistas y el 12 de mayo, el día de la Enfermeras/os. Y seguramente de algún otro profesional de la salud. Y es quizás importante hacer memoria de ellos, de su labor y desempeño profesional. Dar relevancia a la importancia que tienen en el ámbito sanitario, en cuanto enriquecen nuestra concepción del estar sano, de una comprensión más integral de la salud, y dar cuenta de la importancia de otros factores que no sólo ayudan a mejorarla, sino también, y más importante aún, a prevenir dolencias u otros males.
Por mucho tiempo se pensaba que el servicio sanitario, era prácticamente monopolio de una sola profesión, la de los médicos. Sin perder ellos, su protagonismo, el tiempo y los avances científicos, han mostrado, que no son los únicos que hacen posible un buen sistema sanitario, y que se requiere de una infinidad de técnicos y otras profesiones que permiten una atención más integral.
Muchas de estas profesiones se han desarrollado enormemente por medio de sus respectivos colegios profesionales, que han permitido un mejor empoderamiento y diversificación de sus funciones sanitarias, y es así como podemos ver, que ellos pueden también ejercer cargos de toma de decisión que son claves para la gestión sanitaria.
Contamos en la región con excelentes escuelas de formación de estas y otras profesiones sanitarias, y eso no deja de ser un privilegio para los usuarios, porque se encuentran constantemente con nuevas generaciones de profesionales en formación que están al servicio de los pacientes, aprendiendo con ellos y poniendo sus competencias a nuestra disposición.
En el contexto de la pandemia se les denominaron héroes, pero como somos de memoria corta, ya nos olvidamos del rol que jugaron en esos y otros momentos críticos. Cuántos amigos, familiares fueron atendidos, acompañados por estos profesionales de la salud, y cuánto aun retenemos sus nombres, rostros y gestos de esperanza. Ellos no son héroes, ni personas de otro planeta, son personas que intentan vivir consecuente y profundamente una vocación de servicio y ayuda, y lo hacen con profesionalismo y sentido humanista. Bien por ellos, porque eso los realiza y los ennoblece, bien por nosotros, que estamos en buenas manos, de personas que mejoran nuestra calidad de vida.
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